DIVORCIO ENTRE
LA EDUCACIÓN BÁSICA
Y LA UNIVERSITARIA.
El
tema de la educación siempre ha estado en el centro del debate público,
especialmente cuando atravesamos una coyuntura electoral. Esto demuestra que
todos somos conscientes de su importancia para lograr el desarrollo cultural
del país.
A pesar de
este maquillado interés somos testigos de: 3’ 000 000 millones de analfabetos, evidente
desarticulación entre los niveles de la educación, baja calidad educativa y
cómplices de un presupuesto ínfimo para el
sector. Así lo demuestran las
estadísticas; por ejemplo en Canadá el estado invierte $ 7, 000, los países
europeos $ 6, 000 dólares por alumno al año; mientras que en nuestro querido
país sólo $ 300. Me pregunto ¿Qué resultados podemos esperar? Con esto no
quiero afirmar que la solución pasa por asignar mayor presupuesto. Nuestro
sistema educativo también necesita medidas concretas en lo social, en lo
pedagógico y en lo político. Para demostrar esta tesis en esta oportunidad
abordaré el desencuentro que existe entre la educación básica y la
formación superior.
Como docente
de alumnos de quito año de secundaria soy testigo de la imperiosa necesidad que
tienen los jóvenes por alcanzar una carrera universitaria. Esto por la presión
social; ya que la educación es excluyente; por ejemplo, un profesional con
doctorado gana un promedio de 5, 600 soles, con una carrera universitaria 1,
600, con educación secundaria 700 soles y con primaria 500 soles. A esta
situación se suma la presión familiar que obliga a los jóvenes a tomar
decisiones, a veces apresuradas.
En el Perú,
cada año, un promedio de 300, 000 jóvenes aspiran acceder a una carrera
universitaria para esto el primer muro que deben sobrepasar es el famoso examen
de admisión. Este es el primer desencuentro que tenemos con las universidades
porque la educación básica tiene como fin primordial formar jóvenes en forma
integral; es decir, en el aspecto cognoscitivo, físico y afectivo. Sin embargo,
en los distintos exámenes de admisión de las universidades se considera como
filtro de selección la mayor cantidad de
información y datos, salvo honrosas excepciones (Católica y UNMSM) Me pregunto
¿Dónde queda el aspecto físico y afectivo?
Ahora hablemos
del examen de admisión la mayoría de instituciones superiores enfrentan a los
jóvenes a una prueba objetiva, cuyo termómetro será: El que maneje y conozca
más datos ingresará. Es así, por ejemplo la UNMSM antes de cambiar su forma de admisión ha
testificado estadísticamente que la mayoría de ingresados tenían que pasar por
las academias y después de varios intentos recién lograr tan preciado sueño. Así se puede comprobar
que un 33% de los futuros profesionales se habían preparado mínimamente 6 meses
en una academia. Entonces se puede constatar
mientras que en el nivel secundario se exige que el alumno opine de
manera crítica, redacte con creatividad y solucione problemas cotidianos la universidad le preguntará ¿Autor de la
obra El avaro? Cuando la posible pregunta podría ser: Escribe un libreto
de comedia sobre un problema de tu país o comunidad que deseas cambiar.
Entonces es
necesario que todas las universidades públicas, por lo menos, deben empezar a
replantear su proceso de admisión. La
Decana de América; es decir, San Marcos, ya ha dado el primer
paso: su proceso consta de dos fases: Un primer momento que consiste en la
medición de la aptitud verbal y matemática. Mientras que en la segunda fase se
aplica una prueba de desarrollo donde los aspirantes a una facultad deben
redactar con coherencia, claridad, precisión y lógica seis preguntas de acuerdo
a la carrera que postula. A raíz de esta innovación este año hay un dato que es
digno de analizar y meditar; el 26% de los ingresados han postulado por primera
vez. Esto quiere decir que la educación básica va adquiriendo sentido y cierta
articulación con el nivel superior.
Por otro
lado, opino que se debe ampliar el
filtro de selección al aspecto físico, emocional y ético. Además el nivel
superior debe seguir formando e insistiendo en estos aspectos porque somos testigos
que un Doctor en Medicina, Periodismo, Educación o Derecho no nos asegura un
desempeño eficiente, ético y deontológico. Para comprobar esto basta con
observar el trabajo de un periodista egresado de la universidad que sataniza
con la información, demuestra falta de ética, tergiversa los hechos de acuerdo
a intereses; es decir, miente con total descaro.
Entonces, a
manera de conclusión, es necesario evaluar y analizar los siguientes aspectos:
Primero:
Refundar los exámenes de admisión: Que sean más integrales y de real medición de las capacidades que
debe reunir un futuro profesional o en todo caso eliminarlos para evitar la
exclusión. La solución sería implementar un bachillerato de 1 ó 2 años desde
las universidades públicas que permitan
a los jóvenes analizar y decidir adecuadamente y no provocar una fuga de
talentos o caer en la formación de profesionales mediocres y frustrados.
Segundo: Una
carrera universitaria no es el único camino para desenvolverse con eficiencia
en la sociedad. La formación técnica es una buena alternativa porque el Perú
necesita profesionales que inventen, creen, construyan y transformen nuestros
recursos, especialmente los renovables.
Tercero: Se
debe implementar un sistema de acreditación y evaluación para medir la calidad
de las universidades. De esta manera evitar la proliferación de instituciones
universitarias y por ende el incremento de profesionales como si éstos fueran
un producto comercial. La universidad debe formar personas y profesionales de acuerdo a nuestras necesidades sociales y
sobretodo, competentes en cualquier contexto del mundo. Esto para evitar el
desempleo. Como ejemplo basta una cruel realidad para tomar esta decisión: En el sector
educación hay un promedio de 260, 000 profesores desempleados y las facultades
de educación e institutos pedagógicos siguen moldeando docentes.
Cuarto: Es
necesario establecer una política educativa de estado y no de un partido
político, buscando articular todos los niveles con un plan educativo de acuerdo a nuestras necesidades y con
espíritu visionario.
En suma la
educación, pues, no debe ser tomada más
como tema electoral sino como eje prioritario para el desarrollo del país y en
esto todos tenemos responsabilidad y una misión por cumplir.
POEL RUFINO HERRERA BENDEZÚ.
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